Cazador de ratas posando con algunos de sus trofeos.
Cazador de ratas posando con algunos de sus trofeos. El orgullo de la familia.

Para bien o para mal, el paso del tiempo y el avance de la tecnología han hecho desaparecer muchos oficios. A todos nos vienen a la cabeza algunos ejemplos: el sereno, el colchonero, el pregonero, el telegrafista…

Sin embargo, hay otros que afortunadamente se perdieron para siempre. Y esperemos que no vuelvan jamás. Trabajos desagradables que muchas personas tuvieron que llevar a cabo ya fuese por obligación o por necesidad, la cual siempre ha agudizado la innovación y el emprendimiento. ¿Quieres conocerlos? Pues cojamos nuestra máquina del tiempo preferida y echemos un vistazo a los perores oficios de la historia. Seguro que después de este repaso no te quejarás tanto de tu trabajo…

Gong farmer

¡Este sí que es un trabajo de mierda y no el tuyo! Los gong farmers eran los encargados de desenterrar y eliminar los excrementos humanos de las letrinas y pozos negros durante la época Tudor en Inglaterra, entre los años 1485 y 1603. Su nombre proviene de la palabra “gong”, utilizada por entonces para referirse tanto al retrete como a lo que suele encontrarse dentro de él. Al no existir una red de alcantarillados, de alguna manera debían deshacerse de esos desechos.

Como cualquiera se podrá imaginar, era un trabajo difícil, duro y no apto para estómagos delicados. Bueno… ni narices delicadas. Por si fuera poco, se consideraba una tarea impura, por lo que a estos “granjeros” solo se les permitía recolectar los excrementos durante el abrigo de la oscuridad, entre las 9 de la noche y las 5 de la madrugada. Por eso, también los llamaban Nightman. Una vez llenos los barriles, los llevaban en carretas o carruajes a las afueras de la ciudad, donde se arrojaban a vertederos autorizados.

También se sabe que a los gong farmers se le obligaba a vivir en áreas específicas y en muchas ocasiones contraían graves enfermedades o morían debido a los gases nocivos y las bacterias a las que estaban expuestos. La parte positiva era el jornal, pues su trabajo, al menos, estaba bien remunerado: unos 6 peniques por día. Un sueldazo para aquellos días.

Además de tener que realizar esta apestosa tarea, se les obligaba a trabajar solo de noche.
Además de tener que realizar esta apestosa tarea, se les obligaba a trabajar solo de noche.

Recolector de sanguijuelas

Si te dan miedo los bichos, sáltate este oficio. Pues sí, existieron unos tipos que se ganaban la vida recolectando sanguijuelas. Principalmente, este trabajo se promulgó durante la edad media, cuando las sangrías estaban a la orden del día para curar todo tipo de enfermedades. La verdad es que los médicos no se lo curraban mucho: ¿Tienes tos? Sanguijuela. ¿Te duele la cabeza? Sanguijuela. ¿Te han cortado una pierna en la batalla? Sanguijuela.

Es por ello que se necesitaba una buena remesa de sanguijuelas… y para eso estaban estos pobres diablos. Para cazarlas se metían con las piernas desnudas en ríos y zonas pantanosas para que estas se agarrasen a ellos. Cuando tenían un buen “botín” salían y esperaban a que las sanguijuelas se saciaran de sangre y se despegaran ellas solas para no dañarlas. Luego eran vendidas a galenos y matasanos de todo tipo. Su uso fue común desde el Imperio romano hasta el siglo XIX, cuando las sanguijuelas cayeron en desuso alrededor de 1860. Y con ellas, sus recolectores.

Unas simpáticas sanguijuelas curando altruistamente a alguien de una dolencia.
Unas simpáticas sanguijuelas curando altruistamente a alguien de una dolencia.

Cazador de ratas

Y hablando de animales, volvamos a Inglaterra, pero esta vez avancemos hasta la época victoriana (desde mediados de 1800 hasta 1900), cuando se puso de moda un nuevo oficio: el cazador de ratas. Estos roedores siempre han sido un incordio y un peligro para el ser humano, pero parece que en esos años proliferaron inmensamente en la Gran Bretaña. Su número fue tal que los gatos no daban abasto. Entonces los ingleses empezaron a contratar los servicios de una serie de exterminadores de ratas que utilizaban perros y hurones entrenados, así como diversas trampas y armas contra ellas.

Al ser una plaga, resultó ser un trabajo muy rentable, pues la demanda era elevada. Pero el cazador de ratas debía meterse en alcantarillas, fosas y cualquier lugar lóbrego y repleto de basura. Asimismo, estar en contacto con las ratas les ponía en riesgo de contagiarse de un sinfín de enfermedades.

El más famoso de todos los cazadores de ratas fue un tal Jack Black, quien tuvo el honor de trabajar para la mismísima reina Victoria. Parece que fue el Messi de las ratas. Pero los cazadores no solo las mataban, sino que también las cogían con vida para ser utilizadas en peleas contra perros en los pubs ingleses y aquellas que tenían varios colores eran vendidas como mascotas. De haber existido, el flautista de Hamelín se habría hecho de oro.

Aquí otro cazador de ratas con unas presas recién atrapadas.
Aquí otro cazador de ratas con unas presas recién atrapadas.

Groom of the Stool

Es el nombre fino de este trabajo que consistía en limpiar las reales posaderas de los monarcas. Un limpiaculos, vamos. Pero al rey no le limpiaba el trasero cualquier sirviente, para nada… ¡Lo hacían los nobles! Y es que aunque parezca increíble, realizar este cometido era considerado todo un privilegio y motivo de disputas entre la nobleza. Esto es debido a que cuando el rey se encontraba sentado en su otro trono solía comentar y pedir recomendaciones sobre todo tipo de cuestiones políticas, por lo que estos limpiaculos se convertían en consejeros y confidentes del soberano.

Cabe destacar el caso de Sir Henry Norris, quien ejerció de Groom of the Stool durante el reinado de Enrique VIII. Pero su desempeño fue tan comprometido que estaba al tanto de todos los tejemanejes de palacio, por lo que el rey decidió quitárselo de en medio acusándole de adulterio con Ana Bolena. Poco después fue decapitado. Al bueno de Enrique VIII le gustaba mucho eso de separarle la cabeza del tronco a la gente.

El bueno de Sir Henry Norris fue tan buen limpiaculos que perdió la cabeza.
Sir Henry Norris fue tan buen limpiaculos que perdió la cabeza.

Punkawallah

Seguro que los has visto en alguna película de época. Eran esos sirvientes cuyo cometido era agitar los punkah, un tipo de abanico de techo utilizado en el subcontinente indio. Por decirlo de alguna forma, eran una especie de ventilador humano. Su trabajo no era desagradable o peligroso como los anteriores, pero era tremendamente repetitivo y aburrido. Debían tirar durante horas y horas de una cuerda para abanicar a sus amos, generalmente ingleses.

Se da la circunstancia de que los punkawallah más requeridos para desempeñar esta labor eran los sordos, pues estas personas podían escuchar las conservaciones privadas de sus señores. Y claro, si era sordo no podía enterarse de lo que se hablaba y mucho menos divulgarlo. Debían acabar con los codos peor que un tenista…

Estos abanicadores encima cobraban una miseria por sus servicios.
Estos abanicadores encima cobraban una miseria por sus servicios.

Cazadores de alcantarillas

Pues nada, vamos a remojarnos en aguas negras gracias a estos peculiares cazadores que se adentraron en las alcantarillas de la siempre populosa Londres durante el siglo XIX. Con una población en crecimiento y unos salarios en decrecimiento, la mayor parte de la gente luchaba para subsistir como podía. Algunos decidieron buscar bienes en la red de alcantarillado. Allí abajo escarbaban entre la inmundicia para encontrar metales, cubiertos, cuerdas o, si tenían suerte, monedas. 

Los cazadores de alcantarillas eran fácilmente identificables porque iban vestidos con largos abrigos, sombrero, pantalones de lona atados en la parte baja de la pernera, un saco, una linterna y una azada para excavar y defenderse de las ratas. Pero además de esquivar las mordidas de estas alimañas, también debían tener cuidado con los gases venenosos, los derrumbamientos y las crecidas del río Támesis.

Su número aumentó tanto que la policía inglesa comenzó a controlar los accesos a las alcantarillas. Esto les llevó a trasladarse a vertederos y casas incendiadas, donde escudriñaban entre las cenizas y los escombros.

Por otra parte, estos cazadores de alcantarillas tejieron una serie de estrambóticas leyendas que han perdurado hasta nuestros días, como la raza de cerdos salvajes y agresivos que vivía en las alcantarillas o la Rata Reina, una gigantesca rata que solía convertirse en una atractiva mujer y si te la encontrabas y la complacías sexualmente te recompensaba con riquezas. ¿Te lo montarías con una rata por dinero?

Eran una versión escatológica de los buscadores de oro.
Eran una versión escatológica de los buscadores de oro.

¿Aún piensas que tu trabajo es lo peor?

En fin, encontrar un buen trabajo siempre ha sido difícil, lo es hoy en día y lo fue en la antigüedad. ¿Pero estarías dispuesto a hacer cualquiera de estos trabajos? Y de ser así, ¿cuál escogerías?

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