La Mirai del futuro lleva a su hermano Kun a dar un paseo por una realidad de fantasía.
La Mirai del futuro lleva a su hermano Kun a dar un paseo por una realidad de fantasía.

Nominada a los Oscar como mejor película de animación en 2019, “Mirai, mi hermana pequeña” es el último largometraje que nos ha regalado Mamoru Hosoda, uno de los mejores directores de animación japonesa de los últimos años. Aunque si todo va bien, este verano nos brindará otra de sus aventuras: “Belle”.

Estrenada en 2018, “Mirai, mi hermana pequeña”  ha regresado recientemente a nuestras pantallas de la mano del sello A contracorriente films, pudiendo disfrutarse en plataformas como Euskaltel, Rakuten TV, Apple TV, Filmin o Google Play.

A primera vista podría considerarse como una cinta familiar, destinada fundamentalmente a los niños. Pero nada más lejos de la realidad porque se trata de una fábula intimista y reflexiva repleta de conceptos que solo los más grandes serán capaces de comprender en su totalidad. Y es que la educación emocional, el de dónde venimos y el a dónde vamos se van entremezclando con las quiméricas travesuras de un mocoso de 4 años.

Kun mirando hacia su jardín, donde está el árbol mágico de la familia.
El consentido Kun debe aprender a respetar a su hermana y a sus padres. Y no se le hará fácil.

A Kun no le gusta Mirai

Su historia tiene como protagonista a Kun-chan, quien era el rey, o mejor dicho, el príncipe de la casa. Monopolizaba todas las atenciones, juguetes y mimos. Sin embargo, su hermanita recién nacida, Mirai, le aparta de su cómodo trono. Ahora tiene que compartir el afecto de sus atareados padres con otra persona. Y eso no le gusta nada…

Su perspectiva cambia cuando recibe la visita de una Mirai adolescente llegada del futuro, quien le va enseñando que debe portarse bien y no tenerla celos. Además de descubrir que lo mismo que le está pasando a él ya le ocurrió a su perro Yukko, pues antes era el favorito de papá y mamá.

Prácticamente en todas sus películas Hosoda escudriña el crecimiento personal de los niños, ahondando en las diversas fases de aprendizaje que les moldean para enfrentarse a la adultez. Pero aquí, directamente, se aproxima a la mirada infantil del mundo. La forma con la que los más pequeños comprenden aquello que les rodea.

Los jóvenes padres de Kun no saben en el lío que se han metido con otra hija.
La pequeña Mirai concentrando toda la atención de sus padres. ¿Cómo no se va a enfadar Kun?

Un príncipe sin súbditos

Con cada fantástica travesía que le propone su hermana Mirai, Kun va aprendiendo a ser un mejor hijo y un mejor hermano. Como a cualquier niño, este proceso le cuesta trabajo, pues los cambios no son repentinos. Y es normal, es demasiado joven y carece de la experiencia necesaria para asimilar todos los preceptos. Pero poco a poco va percibiendo la importancia de la familia como parte de su ser.

Esta adaptación y maduración de Kun se fundamenta en lo que se conoce como el síndrome del príncipe destronado. O lo que es lo mismo, la rivalidad que surge en el hermano mayor ante la atención que los padres le prestan al más pequeño. Esa pérdida de protagonismo le provoca una crisis emocional al sentirse desplazado y tener que reajustar su papel dentro del núcleo familiar.

“Mirai, mi hermana pequeña” recoge esa evolución mostrando sus principales problemáticas: las quejas, el llanto fácil, la negación a hacer lo que se le pide, la agresividad o la solicitud constante de atención.

El perro Yukko se transmuta en forma humana para regañar a Kun.
El viejo expríncipe Yukko regañando al nuevo expríncipe Kun.

La familia como elemento vertebrador

Menos mal que Mirai se le aparece cual Fantasma de las Navidades pasadas en “Cuento de Navidad” para hacerle consciente de sus malos actos. Además, le invita a explorar la juventud de sus familiares. Gracias a ello, Kun conoce a sus bisabuelos, juega con la niña que fue su madre y observa cómo fue la adolescencia de su padre.

Con estos mimbres, Hosoda diseña una clara referencia a la esencia de la familia como símbolo del verdadero hogar. Ideas reflejadas por medio de metáforas como el árbol que se alza en el pequeño jardín de Kun y alrededor del cual se ha construido la casa. Un árbol muy especial que hace de puente entre los planos real y onírico y que, por supuesto, hace alusión a la genealogía.

En el registro técnico, Mamoru Hosoda continúa deleitándonos con su estilo de animación tradicional japonés, muy parecido al del celebérrimo Studio Ghibli. Aunque en esta ocasión también incorpora técnicas como el stop motion para confeccionar panoramas más vistosos y atractivos.

Mirai adolescente llega para enseñarle cuatro cosas a su colérico hermano Kun.
Mirari, la hermana pequeña, se convierte en la guía espiritual de su hermano mayor.

Emotividad y aprendizaje

Como muchas películas asiáticas, adolece de un ritmo sosegado, por no decir lento. Por eso, los niños podrían aburrirse al cabo de un rato al estar acostumbrados a filmes más enérgicos. Bueno… niños y no tan niños… que ahora casi todo son explosiones y efectos especiales…

En definitiva, “Mirai, mi hermana pequeña” encantará a aquellos que sepan paladear los bellos momentos que propone. No hay duda que su emotividad es su principal virtud, pero tampoco hay que olvidar sus pincelas cómicas y su alegato a no tener miedo a los cambios y el privilegio que supone contar con una familia.

Mediante su transformación, Kun nos hace aprender con él y de él y nos recuerda nuestro propio pasado porque… ¿Quién no se ha peleado con sus hermanos? ¿Quién no ha sentido celos o envidia? ¿Quién no se ha enfadado con sus padres? Pero pase lo que pase, tanto para Kun como para el resto de los mortales, la familia siempre te acompaña.

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